viernes, 8 de octubre de 2010

“La Ciencia puede ser impertinente”

En la mayoría de las cosas podemos definir límites, pero, ¿y en el caso de la ciencia?

¿Cuáles son los límites de la ciencia? en mi opinión podríamos dividirlos en tres clases: los límites de lo desconocido, los de lo incognoscible y los de lo impertinente.

Lo desconocido: existen cuestiones, preguntas, misterios que la ciencia todavía no ha penetrado, pero que (confiamos) llegarán a ser resueltos tarde o temprano, conforme la investigación científica, siempre de la mano del imparable desarrollo tecnológico, vaya ampliando su avance.

En este terreno de lo todavía desconocido se encuentran cuestiones como, por ejemplo, la posibilidad de vida en otros planetas o las causas de la acelerada expansión del universo. Los científicos están trabajando en ello, y en mi opinión no existe nada que les impida encontrar, a su debido tiempo, las respuestas.

Un segundo límite es del de lo incognoscible: las cosas que sabemos que nunca podremos saber. Preguntas como qué hubo antes del Big-Bang, o si existen otros universos paralelos al nuestro, van más allá de los poderes del método científico.

Cierto es que los cosmólogos pueden, extrapolando a partir de sus arriesgadas teorías, intentar construir respuestas plausibles, pero comprobarlas resulta imposible. No es que la respuesta no exista, sino que la forma en que está hecho nuestro universo no nos permite explorar para encontrarla.

Finalmente, nos encontramos con el límite de lo impertinente: las cuestiones en las que, a mi parecer, el método científico resulta inadecuado, fuera de lugar. Van desde las muy profundas, ¿existe un dios creador del universo?, ¿cuál es el sentido de la vida humana?; hasta las muy terrenales y cotidianas, ¿cómo resolver problemas políticos, amorosos o éticos? En todos estos casos, la ciencia no sólo no tiene nada que decir, si no que debe permanecer al margen del debate.

En mi opinión, una buena comprensión de lo que es la ciencia nos obliga a tener paciencia para llegar a conocer lo que todavía no conocemos, y humildad para aceptar que hay respuestas que nunca podremos conocer. Pero también a ser lo suficientemente inteligentes para reconocer que hay preguntas que tendremos que responder, sólo que sin su ayuda de ella.

La ciencia no es Dios.


Pablo Alonso
Curso 2009/2010, 1º Bacharalato
IES Carlos Casares

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