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domingo, 22 de mayo de 2011

"Stephen Hawking says universe not created by God"


God did not create the universe, the man who is arguably Britain's most famous living scientist says in a forthcoming book.
In the new work, The Grand Design, Professor Stephen Hawking argues that the Big Bang, rather than occurring following the intervention of a divine being, was inevitable due to the law of gravity.
In his 1988 book, A Brief History of Time, Hawking had seemed to accept the role of God in the creation of the universe. But in the new text, co-written with American physicist Leonard Mlodinow, he said new theories showed a creator is "not necessary".
The Grand Design, an extract of which appears in the Times today, sets out to contest Sir Isaac Newton's belief that the universe must have been designed by God as it could not have been created out of chaos.
"Because there is a law such as gravity, the universe can and will create itself from nothing," he writes. "Spontaneous creation is the reason there is something rather than nothing, why the universe exists, why we exist.
"It is not necessary to invoke God to light the blue touch paper and set the universe going."
In the forthcoming book, published on 9 September, Hawking says that M-theory, a form of string theory, will achieve this goal: "M-theory is the unified theory Einstein was hoping to find," he theorises.
"The fact that we human beings – who are ourselves mere collections of fundamental particles of nature – have been able to come this close to an understanding of the laws governing us and our universe is a great triumph."
Hawking says the first blow to Newton's belief that the universe could not have arisen from chaos was the observation in 1992 of a planet orbiting a star other than our Sun. "That makes the coincidences of our planetary conditions – the single sun, the lucky combination of Earth-sun distance and solar mass – far less remarkable, and far less compelling as evidence that the Earth was carefully designed just to please us human beings," he writes.
Hawking had previously appeared to accept the role of God in the creation of the universe. Writing in his bestseller A Brief History Of Time in 1988, he said: "If we discover a complete theory, it would be the ultimate triumph of human reason – for then we should know the mind of God."
Hawking resigned as Lucasian Professor of Mathematics at Cambridge University last year after 30 years in the position.

Fuente: The Guardian

"Científicos tramposos"


La investigación científica tiene prestigio por su exactitud y certeza, y su credibilidad reside en que los descubrimientos se demuestran con experimentos y las afirmaciones se comprueban. ¿Siempre? ¿Puede hacer trampas la ciencia? Tal vez, teniendo en cuenta que en el mundo hay muchos miles de científicos, sea más correcto preguntarse: ¿Hay tramposos entre los científicos?
La respuesta, con datos en la mano, es que sí. El más reciente estudio, hecho en EE UU sobre el área de biomedicina y publicado en la revistaNature, admite más de 2.300 casos de posibles malas prácticas científicas cada año entre el colectivo de referencia (unos 155.000 investigadores de esa área). El informe está hecho a partir de 2.200 entrevistas. Y las malas prácticas van del plagio a la falsificación, las chapuzas en el laboratorio o el descubrimiento inventado. El caso del surcoreano Hwang Woo Suk y sus falsas células madre, o la controvertida apropiación del virus del sida del francés Luc Montagnier por parte del estadounidense ex codescubridor del VIH, Robert Gallo, son dos escándalos famosos.
Pero la comunidad científica es un universo peculiar y aquí las mentiras -al menos las más gordas y significativas- salen a la luz más pronto que tarde, y son desveladas por el mismo colectivo en que surgen. Además, se intenta medir cuántas mentiras o trampas hay. Y aquí el tramposo no tiene la gracia del pícaro, sino que sufrirá el rechazo y la exclusión de la propia comunidad científica.
Las instituciones federales de EE UU consideran que es obligación de los investigadores denunciar los casos de malas prácticas y tiene organismos oficiales encargados de vigilar estos problemas -además de los comités específicos de cada institución o universidad-, como la Oficina de Integridad de la Investigación (ORI, de los institutos nacionales de Salud), autora del último informe. Además, hay una normativa sancionadora: quien hace trampas corre el riesgo de que se le cierre el acceso a la financiación federal para sus proyectos, lo que fácilmente significa el fin de la carrera científica.
Para que no haya dudas, la Fundación Nacional para la Ciencia (EE UU) aplica la siguiente definición de malas prácticas (research misconduct, en inglés): "Mentiras, falsificaciones o plagios en la propuesta, realización o revisión de una investigación, o en el informe de resultados de investigación".
En España no existe un código similar ni un seguimiento estadístico del problema, pero una institución como el CSIC es consciente de la necesidad de poner manos a la obra cuanto antes. "Se va a crear una comisión de ética cuyo primer objetivo es elaborar un código de buenas prácticas científicas", dice Juán José Damborenea, vicepresidente adjunto del CSIC. Hasta ahora, las quejas deben ir a la dirección de dicho organismo y no hay estadísticas respecto a su incidencia.
La situación es similar en el plan nacional de I+D: "Actualmente no existe una normativa de malas prácticas, ya que el ministerio financia a los investigadores a través de sus instituciones, que los avalan. Por tanto, la responsable ante el ministerio es la propia entidad peticionaria", dice un portavoz del Ministerio de Ciencia e Innovación. "Sin embargo, la Secretaría de Estado de Investigación tiene la firme intención de incorporar una normativa de malas prácticas que regule la participación competitiva de financiación de proyectos dentro de las medidas de mejora de la gestión, la evaluación y el seguimiento de las actividades de I+D e innovación".
En cuanto a la UE, "no hay un control específico por parte de la Comisión Europea y, por tanto, no hay un conjunto de sanciones bajo un epígrafe de malas prácticas científicas", informa la Comisión. "Sin embargo, se pueden aplicar sanciones en el ámbito de las investigaciones financiadas por el Programa Marco si se trata de un caso de fraude financiero o violación de principios éticos fundamentales". Sin estadísticas sobre malas prácticas, la Comisión asegura que ha abordado el asunto con un grupo de expertos.
No todos los casos de fraude en investigación tienen que ser tan famosos como el de Hwang Woo Suk, que anunció en 2005 haber creado unas líneas de células madre embrionarias y se hizo célebre. Pero la gloria le duró poco: unos meses después se descubrió que había falsificado los resultados. La revista Science que había publicado el hallazgo hizo una larga rectificación y pasó un bochorno considerable.
Más duradero fue uno de los engaños más famosos de la historia de la ciencia: elHombre de Piltdown. Era un cráneo presentado en 1912 por el británico Charles Dawson como eslabón perdido entre el mono y el hombre, la combinación óptima entre cráneo perfectamente humano y mandíbula simiesca. El Hombre de Piltdownconservó su respetabilidad cuatro décadas, hasta que, en 1953, se descubrió que era un montaje de un cráneo humano actual y una mandíbula de orangután.
Seguramente ahora no se sostendría mucho tiempo una mentira tan burda, con métodos precisos de análisis y con centenares o miles de científicos en cada especialidad dispuestos a comprobar con sus propios ojos cualquier hallazgo y, además, en un entorno muy competitivo. Uno de los caminos por el que se han descubierto algunos fraudes es la imposibilidad de repetir en otro laboratorio lo que un científico afirma haber logrado en el suyo. Cuando el hallazgo es importante, se suele hacer enseguida y, si las cosas no cuadran, saltan las alertas.
Saltaron, por ejemplo, con Jan Hendrik Schön, un físico joven, de nanoelectrónica, de los Laboratorios Bell (EE UU). Él anunció un número llamativo de descubrimientos, pero los resultados que presentaba fueron imposibles de reproducir por otros científicos y se constató que había inventado o manipulado los datos en numerosas ocasiones entre 1998 y 2001. Decenas de casos menos trascendentes que éstos se producen constantemente. Puede ser un científico que copia los datos a otro, o que se adjudica los hallazgos del vecino sin acreditar la autoría debidamente, o que juega sucio cuando está evaluando trabajos ajenos en procesos de adjudicación de fondos o de plazas. A veces el fraude es tan aparentemente tonto como manipular con un programa informático una gráfica para resaltar los resultados deseados. Muchos, la inmensa mayoría, de los que recoge la ORI, son casos oscuros y sin importancia desde el punto de vista del avance de la ciencia. Pero harán daño a alguien y perjudican a la investigación en tanto que corroen los cimientos mismos de la integridad de la actividad científica. Como tal, afectan a muchos miles de científicos honestos y escrupulosos de todo el mundo.
Las instituciones estadounidenses reguladoras de las malas prácticas piden a las instituciones "una cultura de tolerancia cero tanto para quien es responsable de malas prácticas como para quien cierra los ojos ante ellas", dice el informe del ORI.


Fonte: El País

miércoles, 19 de enero de 2011

"Transgénicos en el plato"


Salimos de una época del año donde la alimentación ha jugado un papel importante en nuestros hogares. En este singular momento el debate alimentario suele tomar fuerza y, en este contexto, los alimentos transgénicos y su presencia en la cesta de la compra no pasan desapercibidos. El consumidor se suele plantear dos cuestiones sobre este asunto: qué cantidad de alimentos transgénicos están en el mercado y si es posible diferenciarlos para poder decidir si comprarlos o no. La norma vigente en la Unión Europea exige que cualquier alimento que incorpore más del 0,9% de elementos transgénicos esté etiquetado, de acuerdo con los Reglamentos (CE) nº 1829/2003 y 1830/2003. En Estados Unidos el caso es diferente, ya que hacen valer el criterio científico de que los alimentos transgénicos son sustancialmente iguales a los convencionales, por lo que no existe obligación de informar en el etiquetado sobre la composición transgénica parcial o total.
Por otro lado, también se cuestiona si la experimentación en este tipo de alimentos es suficiente para el tiempo que llevan en el mercado. En este sentido se podría contribuir a la reflexión con un ejemplo. ¿Qué habría pasado si para aprobar el uso de la penicilina se hubieran requerido, por ejemplo, 75 años? Pues que solo hace 7 años que la utilizaríamos, y que decenas de millones de personas de todo el mundo habrían fallecido por infecciones en los tres cuartos de siglo precedentes. Los alimentos transgénicos llevan en el mercado más de quince años, a lo que hay que añadir todos los años previos de experimentación y validación. En todo este periodo no se ha detectado ningún efecto negativo para la salud humana, tal como en cada caso garantizó la ciencia antes de ser aprobados. Pero no nos olvidemos que son necesarios muchos años de investigación, experimentación y evaluación para que uno de estos productos entre en el mercado. Unas garantías que en la Unión Europea nos proporciona la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), una organización científica independiente que se encarga de que todo lo que consumimos, transgénico o no, tenga los máximos niveles de seguridad y en la que, según los últimos datos del Eurobarómetro 2010, confía más de las tres cuartas partes de la población europea.
Para finalizar, una respuesta personal a una pregunta también frecuente en este debate: ¿comería alimentos transgénicos? La respuesta para mí es sencilla. Sí, si me gusta su relación calidad/precio, como con cualquier otro alimento. En cualquier caso, la realidad en la UE es que los alimentos transgénicos son todavía una ínfima parte de la oferta gastronómica, y en cualquier caso el consumidor tiene posibilidad y libertad para no comprarlos, ya que el etiquetado existe, está regulado y se aplica.